domingo, 7 de febrero de 2010

Jesús es el Siervo de Yahveh (Mt 12, 15-21)

Después de haber respondido abiertamente a las preguntas de los fariseos respecto a su modo de entender la observancia del sábado, Jesús ha recibido el total rechazo de este grupo de judíos, hasta tal punto que buscarán eliminarlo. Y como Jesús no va por la vida de “mártir”, decide “quitarse de en medio”; no por miedo ni como una huida, sino sencillamente por prudencia… Él no anda buscando pleitos, sencillamente desea hacer el bien y enseñar el camino que conduce al Padre, darnos a conocer en qué consiste la verdadera “religión”. Por eso, continúa enseñando y curando, que es lo suyo, aunque lo hace intentando guardar un cierto anonimato, ¡como Dios!…

Esto lleva a Mateo a hacer una reflexión sobre la persona de Jesús. Por eso, transcribe un hermoso texto de Isaías (42, 1-4) que habla precisamente del Siervo de Yahveh. Dice así:

“He aquí mi Siervo, a quien elegí,
mi amado, en quien mi alma se complace.
Derramaré mi Espíritu sobre él
y anunciará el derecho a las naciones.
No discutirá ni gritará,
y nadie oirá su voz en las plazas.
No quebrará la caña doblada
y no apagará la mecha humeante,
hasta que haga triunfar la justicia.
En su nombre pondrán las naciones su esperanza.”

Este texto, en realidad, es un retrato de Jesús. Él es el elegido de Dios, por eso tiene autoridad para mostrarnos sus caminos y para hablar en su nombre. Su misión es “anunciar el derecho”; es decir, dar a conocer el modo de relacionarnos adecuadamente entre nosotros. Y lo hará de un modo paciente, respetuoso, porque Dios es así, paciente y respetuoso; no impone su voluntad ni nos obliga amenazándonos con castigos a comportarnos según sus indicaciones. Por eso, no busca polémicas ni quedar por encima de nadie. Siempre tiende la mano pues cree firmemente que toda persona puede recuperarse y salir adelante. Y se mantendrá firme pese a las oposiciones y el rechazo para llevar adelante el plan de Dios de dar a conocer su verdadero rostro a todas las naciones, pues Dios no es alguien excluyente sino que desea conducir a toda la humanidad hacia Él… De allí que todas las naciones, todas las gentes, todos los pueblos, vean en él colmadas sus esperanzas…

Éste es Jesús, éste es Dios, un Dios paciente y compasivo, un Dios que desea ser amado y acogido desde una adhesión libre y amorosa… Por eso, acojámoslo en nuestro corazón con total apertura y generosidad, dejémonos amar por Él y seamos como Jesús, el Siervo de Yahveh, compasivo y amoroso con todos…

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